18 de junio de 2011

Saga Oscura:Primer capitulo de Dark Predator en español

OMG gracias a las chicas del foro Cazadoras del Romance tenemos el primer capituo de Dark Predator de la saga oscura (carpatos) de Christine Feehan. Este libro sale a la venta el 9 de septiembre espero que lo consigamos pronto en español, pero mientras disfrutemos de Zac.


El humo quemó sus pulmones. Se elevaba a su alrededor en sinuosas espirales, alimentadas por las numerosas hogueras que rodeaban la selva lluviosa. Había sido una larga y difícil batalla, pero ya había acabado, y también él. La mayor parte de la casa principal había desaparecido, pero se las habían arreglado para salvar los hogares de de aquellos que los servían. Pocas vidas se perdieron, mas cada una era llorada… pero no por él. Él observaba las llamas con ojos vacíos. Él no sentía nada. Miraba en los rostros de los muertos, hombres honorables que habían servido bien a su familia, viendo a sus llorosas viudas y a sus desconsolados niños, y no sentía… nada. 

Zacarias De La Cruz se detuvo solo un momento a inspeccionar el campo de batalla. Donde antes la selva había sido lujuriosa, con árboles que se elevaban hacia las nubes y servían de hogar a vida salvaje, ahora habían flamas que alcanzaban los cielos y negro humo alzándose hacia el firmamento. La esencia de sangre era sobrecogedora, los cadáveres y cuerpos mutilados miraban con ojos sin vida hacia las estrellas. La visión no lo conmovió. Él lo inspeccionaba todo… como si lo hiciese desde la distancia… con una mirada careciente de piedad.

No importaba donde, o en que siglo, la escena era siempre la misma, siempre durante los oscuros y largos años, viendo tantos campos de batalla que había perdido la cuenta. Tanta muerte. Tanta brutalidad. Tantos asesinatos. Tanta destrucción. Y él siempre estaba justo en el centro de ello; un arremolinante, oscuro depredador, implacable, despiadado e insensible

Sangre y muerte estaban estampadas en sus mismos huesos. Él había ejecutado a tantos enemigos de su pueblo durante tantas centurias, que ya no sabía como existir sin cazar… o sin matar. No había otra forma de vida para él. Era puro depredador, y se había dado cuenta de ese hecho hacía mucho… justo como cualquiera que se atreviese a acercarse a él lo suficiente.

Zacarias era un legendario cazador cárpato, parte de una raza al borde de la extinción, viviendo en un mundo moderno, aferrándose a las antiguas normas de honor y deber. Su especie regía en la noche, dormía durante el día y necesitaba la sangre para sobrevivir. Casi inmortales, vivían largas y solitarias existencias, el color y la emoción desvaneciéndose hasta que solo el honor los sostenía en su camino elegido para buscar por la única mujer que los completara, restaurando así ambos, los colores y emociones perdidas. Muchos se rendían, matando mientras se alimentaban para sentir el subidón… simplemente para sentir algo… convirtiéndose en la más vil, mas peligrosa criatura conocida: el vampiro. Con cada parte de si mismo tan brutal y violenta como la de cualquier no-muerto, Zacarías De La Cruz era un maestro cazándolos.

La sangre corría firmemente desde numerosas heridas y el ácido de sangre envenenada quemaba hasta sus mismos huesos, pero él sintió acerada calma dentro de él mientras se volteaba y se alejaba tranquilamente. El fuego rabiaba, pero sus hermanos lo apagarían. La sangre ponzoñosa del ataque del vampiro penetraba en el suelo, haciendo protestar a la tierra, pero, otra vez, sus hermanos buscarían el pérfido veneno y lo erradicarían

Su desierto, brutal viaje, había terminado. Finalmente. Luego de mas de mil años de vivir en un mundo gris y vacío. Él había cumplido todo lo que se había propuesto hacer. Sus hermanos estaban salvaguardados; cada uno tenía una mujer que los completaba. Estaban felices y saludables y él ya había eliminado la peor amenaza para ellos. Para el momento que sus enemigos pudiesen aumentar de número una vez más, sus hermanos serían aún más fuertes. Ellos ya no necesitaban más su protección o su guía. Él era libre.

- Zacarias! Necesitas sanar, necesitas sangre.

Era una voz femenina. Solange, compañera de Dominic, su amigo mas antiguo, con su pura sangre real, ella cambiaría sus vidas para siempre. Él estaba demasiado viejo, para cambiar sus formas y, oh, demasiado cansado, para siquiera hacer la clase de cambios que le permitirían continuar viviendo en este siglo. Se había tornado tan obsoleto como los guerreros medievales de mucho tiempo atrás.
El sabor de la libertad era metálico, cobrizo, su sangre fluyendo, la misma esencia de su vida.

- Zacarias, por favor – había una plegaria en su voz que debería haberlo afectado… pero no lo hizo. El no podía sentir como los otros. No había forma de atraerlo con piedad, o amor, o gentileza. Él no tenía un lado mas tierno o mas gentil. Él era solo un asesino. Y su tiempo, había acabado.

La sangre de Solange era un increíble regalo para su gente, incluso cuando la rechazaba, él podía reconocer eso. Los Cárpatos eran vulnerables durante las horas del día… especialmente él. Mientras más había de depredador, mas de asesino, mas la luz del sol se convertía en una enemiga. Él era considerado por la mayoría de su gente como el guerrero cárpato que caminaba en el borde de la oscuridad, y sabía que tenían razón. La sangre de Solange le había dado esa razón última y final para liberarse de su oscura existencia.

Zacarias tomó otra bocanada de aire enviciado por humo y continuó avanzando, alejándose de todos sin mirar atrás o reconocer el ofrecimiento de Solange. Oía a sus hermanos llamándolo con alarma, pero siguió caminando, acelerando. La libertad estaba muy lejos y el tenía que llegar a ella. Había sabido, mientras arrancaba el corazón del último de los atacantes vampiros que trataban de destruir a su familia, que solo había un lugar al que deseaba ir. No tenía sentido, pero eso no importaba. Él iría.

- Zacarias, detente

El miró hacia arriba mientras sus hermanos se dejaban caer desde el cielo, formando una sólida muralla frente a él. Los cuatro. Riordan, el más joven. Manolito, Nicholas y Rafael. Todos eran buenos hombres y el casi podía sentir amor por ellos… tan elusivo… pero simplemente estaba fuera de su alcance. Ellos bloqueaban su camino, deteniéndolo de su meta… y nadie… nada… nunca… tenía permitido interponerse entre él y lo que él quería. Un gruñido surgió de su pecho. El suelo se sacudió bajo sus pies. Todos intercambiaron una mirada preocupada, el miedo brillando en sus ojos.

La visión de un temor tan intenso en sus propios hermanos debería haberlo detenido, pero él… no sentía nada. Zacarias había enseñado a estos cuatro hombres sus habilidades de combate, de supervivencia. Había luchado junto a ellos por siglos. Velado por ellos. Los había guiado. Una vez, incluso había retenido memorias de amor por ellos. Ahora que se había desecho del manto de responsabilidad… ya no quedaba nada. Ni siquiera esos débiles recuerdos lo sostenían. No podía recordar amor o risa. Solo muerte y asesinato.

- Moveos – Una palabra. Una orden. Él esperaba que obedecieran como siempre lo habían obedecido. Zacarias había adquirido una riqueza mas allá de imaginación en sus largos años de existencia y en los últimos pocos siglos ni una sola vez había tenido que comprar su paso dentro o fuera de algo. Una palabra suya era todo lo que se necesitaba y el mundo temblaba y se apartaba a su deseo.

Reluctantemente, y de lejos demasiado lento para su gusto, ellos se separaron para permitirle pasar.

- No hagas esto, Zacarias – dijo Nicholas – No te vayas.
- Al menos sana tus heridas – añadió Rafael
- Y aliméntate – se apresuró Manolito – Necesitas alimentarte

Zacarias se volteó y ellos retrocedieron, el miedo mutando en terror en el interior de sus ojos… y el sabía que tenían razón para estar asustados. Los siglos lo habían forjado… horneándole en la forma de un violento y brutal depredador… una máquina de matar. Habían pocos en el mundo capaz de igualarlo. Y él caminaba además en el filo de la locura. Sus hermanos eran grandes cazadores, pero para matarlo, requerirían de sus considerables habilidades y ninguna duda. Todos ellos tenían compañeras. Todos ellos tenían emociones. Todos ellos lo amaban. Él no sentía nada y eso le daba la ventaja.

Él ya los había abandonado, abandonado su mundo, desde el momento en que había volteado la espalda y se había permitido a si mismo la libertad de dejar ir sus responsabilidades. Y aún así sus rostros, surcados por profundas líneas de dolor, lo detuvieron por un momento.
¿Como sería sentir un dolor tan profundo? ¿Sentir amor? ¿Sentir?
En los viejos días, él habría tocado sus mentes y lo hubiera compartido con ellos, pero ahora todos tenían compañeras, y él no se atrevía a correr el riesgo de corromper a alguno de ellos con la oscuridad que lo colmaba. Su alma no solo estaba hecha pedazos. Él había matado tan frecuentemente, distanciándose a si mismo de todo aquello que le importaba como un modo de proteger mejor a aquellos a los que había amado. ¿Cuando había llegado al punto en que ya no podía tocar sus mentes con seguridad y compartir sus memorias? Había pasado tanto tiempo que ya no podía recordarlo.

- Zacarias, no hagas esto – Riordan, el menor, suplicó; su rostro retorcido con ese mismo dolor profundo que estaba en cada una de las caras de sus hermanos.

Ellos habían sido su responsabilidad por demasiado tiempo y él no podía simplemente marcharse sin darles algo. Él simplemente se quedó ahí por un momento, totalmente solo, su cabeza alta, los ojos fulgurando, largo cabello flotando a su alrededor mientras la sangre bajaba sin cesar por su pecho y muslos.

- Les doy mi palabra de que no tendrán que cazarme.

Era todo lo que podía darles. Su palabra de que no se convertiría en vampiro. El podría descansar y estaba buscando ese descanso final a su propio modo. Se volteó lejos de ellos… de la comprensión y el alivio en sus caras, y una vez más comenzó su viaje. Tenía un largo camino por recorrer si quería llegar a su destino antes del alba

- Zacarias – Nicholas lo llamó – ¿A donde vas?

La pregunta lo hizo detenerse. ¿A dónde estaba yendo? La compulsión era fuerte… una imposible de ignorar. Él en realidad ralentizó sus pasos, inseguro por la pregunta. ¿A dónde iba? ¿Por qué la necesidad era tan fuerte en él, incluso cuando no sentía nada? Pero había algo, una fuerza oscura que lo conducía.

Susu—hogar – susurró la palabra. Su voz llevada por el viento, ese bajo tono que resonaba en la misma tierra bajo sus pies – Voy a casa.
- Esta es tu casa – Nicholas replicó firmemente – Si buscas descanso, respetaremos tu decisión, pero quédate aquí con nosotros. Con tu familia. Esta es tu casa – reiteró

Zacarias sacudió su cabeza. Él estaba impulsado a dejar Brasil. Necesitaba estar en algún otro sitio y tenía que ir allí ahora, mientras aún había tiempo.
Ojos tan rojos como las flamas, alma tan negra como el humo, él cambió, surgiendo en la forma de la gran águila arpía.

¿Vas a ir a las Montañas de los Cárpatos? 
– demandó Nicholas a través de su vínculo telepático –Viajaré contigo
No. Iré a casa donde pertenezco… solo. Debo hacer esto solo.


Nicholas le envió calidez, envolviéndolo en ella. Kolasz arwa-arvoval–
muere con honor.
 Había dolor en su voz, en su corazón, pero Zacarias, aunque lo reconocía, no podía devolver el sentimiento, ni siquiera un pequeño matiz.
Rafael habló suavemente en su mente. Arwa-arvo olen isäntä, ekäm—el honor te guarde, hermano mío. 
Kulkesz arwa-arvoval, ekäm—camina con honor, hermano mío. Manolito añadió.
Arwa-arvo olen gæidnod susu, ekäm—que el honor te guíe a casa, hermano mío. Riordan dijo.

Había pasado tiempo desde la última vez que oyera el lenguaje natal de su gente. Ellos hablaban los idiomas y dialectos de cada lugar al que iban. Tomaban nombres cuando se movían de país en país, incluso apellidos cuando los Cárpatos realmente nunca habían tenido ninguno. Su propio mundo se había alterado tantas veces con el curso del tiempo. Siglos de transformación, siempre adaptándose para encajar, e incluso así nunca cambiando realmente cuando su mundo simplemente era muerte. Al fin, luego de tanto tiempo, iba a ir a casa.
Esa simple palabra significaba nada… y a la vez todo. Él no había tenido un hogar en mas de mil años. Era uno de los mas antiguos, ciertamente uno de los mas mortales. Hombres como él no tenían hogar. Pocos le daban la bienvenida en sus grupos, menos aún en sus casas. ¿Así que qué era el hogar? ¿Por qué había usado esa palabra?

Su familia había establecido ranchos en los países que patrullaban a la vera del río Amazona y de los otros ríos que lo alimentaban. Sus tierras estaban dispersas y cubrían miles de millas, haciendo difícil el patrullarlos todos, pero al haber establecido relaciones con varias familias humanas, sus muchas casas siempre estaban preparadas para su arribo. Ahora él se dirigía a una de esas casas y tendría que recorrer las largas millas para llegar antes del alba.
Su finca en Perú estaba situada en el borde de la selva lluviosa, unas pocas millas más allá de donde los ríos formaban una “Y” y desembocaban en el Amazonas. Incluso ésa área iba lentamente cambiando con los años. Su familia había aparentado llegar al continente con los españoles; habían inventado nombres sin importarles como sonaban, justo como los Cárpatos nunca se habían preocupado por como les llamaban otros, sin saber que al final pasarían siglos en el área… que se iba a convertir en mas familiar para ellos que su propia tierra natal.

Zacarias miró hacia abajo al dosel de la selva mientras volaba. Eso, también, estaba desapareciendo; una lenta pero firme invasión que no lograba entender. Habían tantas cosas sobre los tiempos modernos que él no entendía, y en realidad, ¿qué importaba?
Ya no era su mundo o su problema. La compulsión que lo guiaba era más intrigante para él que la desaparición del ambiente. Poco despertaba su curiosidad, y aún así esta sobrecogedora necesidad de regresar a un lugar en el que había estado pocas veces lo preocupaba en algún nivel. Porque el viaje era una necesidad, y él no tenía necesidades. Era sobrecogedora, y a él nada lo sobrecogía.

Pequeñas goats de sangre cayeron entre las apretadas nubes que lo rodeaban, los árboles esparcidos aquí y allá subiendo hasta el mismo dosel. Por debajo de él, podía sentir los animales encogerse de miedo a su paso. Una banda de Douroucoulis, pequeñísimos monos nocturnos, saltaban y realizaban increíbles acrobacias en el medio de la capa de ramas mientras él sobrevolaba por encima. Algunos se alimentaban de frutas e insectos, mientras otros vigilaban por depredadores. Normalmente habrían chillado una alarma tan pronto como el águila arpía fuera avistada, pero esta vez mientras él pasaba volando sobre la familia de monos, estos permanecieron en un completo y asustadizo silencio.
El sabía que no era la amenaza de la gran ave volando pro sobre ellos lo que causaba tal silencio en la selva. Las águilas arpías acostumbraban a sentarse muy quietas en las ramas, a veces durante horas, esperando por la presa correcta. Él podría lanzarse en picada a la velocidad de un cohete y arrancar a un perezoso o a un mono justo de la misma rama de un árbol, pero él, normalmente, no cazaba mientras volaba. Los mamíferos se escondieron, pero las serpientes alzaron sus cabezas a su paso. Cientos de arañas del tamaño de un plato de sopa se deslizaron entre las ramas, migrando en la dirección en que él volaba. Insectos se alzaban de a miles cuando pasaba por sobre ellos.

Zacarias estaba acostumbrado a los signos que marcaban la oscuridad en él. Incluso como un joven Cárpato, ya había sido diferente. Sus habilidades de combate eran naturales, surgían de él, casi como si se las hubieran impreso desde antes de nacer; sus reflejos rápidos, su cerebro trabajando velozmente. Había tenido la habilidad de evaluar la situación con la rapidez de un rayo y surgir instantáneamente con una estrategia de batalla. Había matado sin dudar, incluso en sus días mas tempranos, y sus ilusiones eran casi imposibles de detectar.
La oscuridad era profunda en él, una sombra en su alma mucho tiempo antes de que hubiera perdido el color y la emoción… y él había perdido esos mucho más pronto que otros de su edad. Él lo cuestionaba todo. A todos. Pero su lealtad a su príncipe y su gente se mantenía firme y eso le había ganado el inmortal odio del que una vez fuera su mejor amigo.

Voló con las fuertes alas, acelerando a través de la noche, ignorando las heridas y la necesidad de sangre. Mientras cruzaba el borde y se dejaba caer mas bajo dentro del dosel, sintió como la compulsión crecía. Él necesitaba estar en su rancho en Perú. Él simplemente… necesitaba. La selva se estrechó bajo él, una oscuro enredo de árboles y flores, el aire espeso con humedad. Musgos y lianas colgaban como largas y sinuosas barbas, casi alcanzando los charcos, arroyos y calas. Enmarañados helechos rivalizaban por el espacio, reptando por sobre las largas raíces en el oscuro suelo bajo él.
El águila arpía pasó entre ramas cubiertas de flores, lianas y todo tipo de insectos escondidos entre el amasijo de verdor. Lejos bajo él, escuchó el suave lamento de una rana arborícola llamando por su compañero, y luego un sinsonte, el sonido mucho más gratificante, añadiéndose al coro de ranas. Una cualidad casi eléctrica se adhirió a la sinfonía mientras miles de voces distintas se alzaron en crescendo, abruptamente deteniéndose en una antinatural, escalofriante alarma mientras el predador se aproximaba, y pasaba luego de largo sobre ellos.

El cielo oscuro de la noche se degradó a un suave gris opaco mientras el alba se acercaba, robándose con rapidez el poderoso reino nocturno. El águila arpía descendió en cerradas espirales desde el dosel de árboles, aproximándose al claro donde la casa del rancho estaba situada. Con su aguda visión podía ver el río corriendo como una espesa cinta, dividiendo la tierra. Suaves cuestas daban lugar a empapados cerros y barrancos profundos cortaban a través de la selva. Árboles y vegetación serpenteaban por sobre el suelo rocoso en un oscuro enredo de vida determinado a reclamar lo que ya había sido tomado.

Los limpios cercos dividían las cuestas y, mientras el ave volaba sobre los barrancos y el valle, cientos de cabezas de ganado parcheaban los prados, levantando sus cabezas con agitación cada vez que la sombra del pájaro los sobrevolaba; temblando, golpeándose unos a otros mientras miraban aquí y allá, tratando de localizar el peligro que presentían

El águila voló sobre varios campos y al menos un acre de jardines, todos bien atendidos en lo que Zacarias había llegado a asociar como el trabajo de la familia que lo servía. Todo estaba aseado, mantenido en una meticulosa reparación, cada cosa mejorada hasta su máxima capacidad. Pasturas y campos daban lugar a los grandes corrales donde los caballos re revolvían y agitaban las cabezas intranquilos mientras él los sobrevolaba. Debajo, el rancho se extendía ante él, como un cuadro perfecto que no era capaz de apreciar.

Mientras se aproximaba a los establos, una ola de calor se apresuró por sus venas. Muy profundamente dentro del cuerpo del pájaro, donde él no debería sentir nada en absoluto, su corazón tartamudeó con un ritmo poco familiar. El extraño temblor casi lo hizo caer del cielo. Cauto por naturaleza, Zacarias no confiaba en aquello que no podía entender. ¿Qué podría enviar ese calor apresurándose por sus venas? Él estaba exhausto por la larga batalla, el prolongado vuelo y la pérdida de sangre. El hambre tronaba con cada latido de su corazón, arañando y luchando por la supremacía. El dolor de las heridas que ni siquiera se había molestado en curar cortaba a través de él como un taladro siempre presente, ahondando hasta sus mismos huesos.

Semanas antes, él había estado tan cerca de convertirse en vampiro, la necesidad de aliviar el vacío tan fuerte en él, la negrura de su alma sin el mas mínimo alivio, de modo que esta reacción ahora no tenía sentido. Él estaba aún en peor forma. Famélico por sangre. Más muertes oscureciendo su alma. Y aún así ahí estaba esa extraña reacción en las cercanías de su corazón, ese calor pulsando a través de sus arterias en anticipación.
¿Era un truco? ¿Una trampa puesta por el vampiro? ¿Qué era lo que se estaba perdiendo? 

7 comentarios :

Noel Arias dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Noel Arias dijo...

Me encata esta saga y espero que pronto traduzacan el libro completo. el grupo fenix al parecer tambien se encarga de esto. seguro tendremos un trabajo de calidad

Lei FiebreDeLibros dijo...

Si, son las chicas de Fenix igual, creo que muy pronto lo estaremos teniedno por aca :)

Bryluen dijo...

Ya lo quiero leer !!!!! XD

Anónimo dijo...

es oficial.
la compañera eterna de zacarias es margarita

Anónimo dijo...

Hola! gracias por el capitulo!
¿podran traducir algunos mas?
es q no me aguanto a leer todo jaja
=)

Anónimo dijo...

Me pueden hacer llegar un link cuando este traducido completamente, yo tengo un libro electronico en el cual he leido esta saga y realmente quiero seguirla :) Muchas gracias!

Mariela.